lunes, 18 de marzo de 2019

El sino de la escritura en la obra poética de Juan Manuel Ramírez Palomares


En la publicación Obra reunida, 1976-2016. Poesía, acerca de la poética de Juan Manuel Ramírez Palomares, a cargo de Ediciones La Rana; se ha pretendido acopiar el trabajo literario en torno a la obra de este autor nacido en León, Gto.,  (18 de marzo de 1957). Lugar del que emigró en plena adolescencia a la ciudad vecina de Celaya en la que actualmente radica. Mil caminos andados  y otras tantas miles de palabras, nos permite acercarnos a la concepción de la imagen que le ha atrapado y exigido, como el mismo cita: He venido al papel para dar cuenta de mis actos, para hacer público mi vicio de vivir, mi oficio [..] Extranjero en mi ciudad, desde los ojos intento traducir los hechos de la gente que puebla espacios y actitudes.” [1] (P. 31).



Así pues nos concede y pasa la estafeta de este sino que lo agobia: la escritura. Porque creo y dudo -¿de qué?- perduro en la letra como una mariposa hipnotizada por la luz, y quiero hundirme más en ella con obsesión de amante, con la sinrazón del adicto. Antes develada en su obra, en los versos publicados en La pesadumbre el olor de la fruta (Op. Cit. p.99 - 1988) ya nos advertía:

                La escritura
                es madre que asesina
                amante infiel
                dura arpía
                mágico organismo
    en que se vive entero
    donde palpita un ritmo
    de alas secretas
    donde un bosque
    crece

En la antesala creativa, este poema manifiesta un interior que desborda para con los otros que habitamos el mismo mundo, escribir conlleva la responsabilidad del texto como un hijo muerto. Ese organismo que pulsa en lo interior, el momento mágico de la evocación a través de los artilugios de la retórica.  El poema aparece, entonces como eje de dos corrientes ontogénéticas complementarias: hacia adentro (en su basamento textual) y hacia afuera, hacia su fundamento histórico, comunitario…[2] por eso la necesidad comunicativa de lo que vivencia el yo. El poema encarna un modo peculiar de existencia. El ser poético viene dado por un proceso entre cuyos momentos resaltan los de mayor carga creativa; la confección intencional del texto poético y la realización situacional y condicionada del poema. (Landa, p. 63)

Heredero de una lengua, manifiesta de forma temprana la contemplación del entorno que habita y esta será una constante a lo largo de su producción. Escritor y poeta se sitúa a la vista de sí y de los demás como un ente en desamparo.

            El poeta es
esa creatura que no probó la luz
que deja el frac para mejores ocasiones
que fornica con las palabras
que se lava las manos con el sudor de su frente
[…]
el poeta
dicen las señoras del mercado
es un dejado de la mano de Dios [3]

El derrotero que es vivir, obliga el presagio fatal, así pues su poesía arrastra al pensamiento íntimo, a la soledad del escribiente ante la perspectiva de la finitud. Nos observamos cotidiano  y el reflejo de lo que habitamos y somos la larga la agonía de la vida misma. ¿Cómo autodefinimos  aquello que no elegimos, que es el cuerpo mismo no elegido, el tiempo y el instante  que nos carcome y enclaustra? Las voces se repiten y tintinean en lo profundo y explota en un grito de autodefinición:

Tatuajes en el aire
para escribir existo y soy
para dormir estoy soñando
para soñar escribo y vivo [4]

… no es que me haya dado
por renegar de este traje lujoso de la vida
La disfruto también como un perfume
como un trozo de queso y un buen vino…[5]

Se apropia de las voces de esta lengua en heredad. De forma sencilla, sin tropos innecesarios. Puntual en el decir, la imagen fabricada en el oficio, orfebre meticuloso.

Yo que hablo de memoria
y luego cuento la longitud de las palabras
que tomo distancia entre la voz y el verbo
no auguro nada.
Nada recuerdo
Nada sé.
Deseo todo y soy la bruma de la voz:
un eco. [6]

Juan Manuel es el acompañante de la soledad, de la ausencia obligada. Expresará en su poética a lo largo del tiempo la condición de hallarse ante sí, sin otros a las espaldas. En encuentro sin vestiduras, desnuda en palabras el alma que nos posee. Y sabedor de ser para uno, el mismo que nos habla en el interior. Autoreconocerse, ante la imagen falsa del espejo y la mirada íntima. La poesía es resultado de un proceso consciente, aun al llevarlo al límite. Pero a veces no puedes ser muy escéptico, y debes aceptar que hay una voluntad que te lleva por un camino. […] la adquisición de un lenguaje, el azar de haber nacido en un espacio geográfico…[7] ¿es esto destino? Busca tercamente la luz que nos permita aclarar la imagen que nos autoconstruimos.

La historia del día
es la luz
la sombra
el sonido
y los seres que la lloran… [8]

En su poética, que aunque variada en temas y propuestas situacionales, permanece él. Juan Manuel, el de ayer, el de hoy. Aprueba ser el mismo que se habita. Ahora un poco más lleno de polvo:

El hombre
que vuelve
es un poco
el mismo que partió
lleva más polvo
otras cosas en sus ojos
cuerpos de mujer y de vasijas
historias de tierras diferentes
y un gusto más cercano
por la selva
un amor indescifrable
por los astros
por las caras de otros hombres
por sus pasos
Ese hombre que vuelve
ahora está huyendo
no quiere mira más
por eso  olvida [9]

¿Escribir es un sino o una elección?  En torno a la obra reunida de Juan Manuel, observo meticulosamente esta atadura, ¿en qué momento preciso tejieron estos hilos su urdimbre? Ya en palabras  del mismo autor nos acerca a una causal, primero fue lector, y ante las imposibilidades del mundo comenzó a escribir: ya en la secundaria, cuando empecé con mi larga lista de amores imposibles, tuve los suficientes motivos para empezar a escribir. Después como alumno de Herminio Martínez en la preparatoria, se acercó asiduamente a la lectura y al saber que otros jóvenes de su edad escribían, como es el caso de Eugenio Mancera, se lanzó a esta tarea.
Hoy fruto de esta terquedad, de este oficio, rinde cuentas ante una madre que mata de a poco, día con día ante el papel. El que nos ve y se ve a través de la luz y del espejo:

Frente al espejo
miro lo que hay detrás
papeles viejos
girasoles y luz
un rumor de alas perdidas mi sombra que mancha con su vaho [10]



[1] Ramírez Palomares, Juan Manuel, Obra reunida, 1976-2016. Poesía, Ediciones la Rana, Col. Autores de Gto., 2018
[2] Landa, Josu, Poética, Fondo de Cultura Económica, México , 2002. Pág. 62
[3] Op. Cit. Pág.42. De otro fue la palabra, 1979.
[4] Op. Cit. Pág. 63, El cuerpo a la luz, 1985.
[5] Op. Cit. Pág. 151, La pesadumbre el olor de la fruta, 1988.
[6] Op. Cit. Pág. 183, Aire en vendaval, 1991.
[7] Op. Cit. Pág. 23.
[8] Op. Cit. Pág. 295, Historia del día, 2002.
[9] Op. Cit. Pág. 113, La pesadumbre el olor de la fruta, 1988.
[10] Op. Cit. Pág. 387, Azogue, 2009