Dos vírgulas
forman la letra T inicial del nombre de la revista Guanajuatense TERTULIA,
letras e imágenes. Esta publicación de carácter independiente,
surgió en el año 1992 con una periodicidad trimestral. Los esfuerzos
editoriales independientes, poco sospechan el valor de la permanencia y su
viaje al futuro, la mayoría desaparece sin rastro; así por prodigios del sino,
llegaron a mis manos varios ejemplares de esta importante empresa coordinada
por Manuel Apodaca y Gerardo Rivera Lozano, quienes dirigían la revista hace
veinte años, la intención expresa en la editorial los situaba como voceros de
la literatura y arte joven de Guanajuato en la década de los noventa, antes de
la época del desarrollo tecnológico del internet, blogs, las redes sociales y
otros monstruos.
Para el año
1993, la revista Tertulia, letras e imágenes,
festejaba su primer aniversario. Este número, en particular, ofrecía una visión
personal de los creadores acerca de la
ciudad de Guanajuato. Abro sus forros y el aroma del papel permite ese bálsamo,
que volátil, sacude la memoria y nos arroja al pasado. Impresa en tamaño medio
tabloide conserva el contenido como pan recién salido, aún cálido. Los
interiores recuperan fragancias que reposan mientras una atrevida mano hojea de
nuevo sus treinta y dos páginas. Las grapas metálicas transmutadas en óxido
ferroso, gotas sanguinolentas, manchan el albo papel, al mismo tiempo que le
sujetan. Tertulia, concentraba en su
número cinco (correspondiente al trimestre octubre-diciembre), textos de autores
regionales, entonces Jóvenes promesas, hoy creadores consolidados. Figuraban en
su consejo editorial Demetrio Vázquez Apolinar, José Báez, Raymundo Marmolejo e
Ilse Gabriela García. Los escritos giran en torno a la forma en que estos
autores se ven inmersos en el laberinto de piedras y túneles, misterio y
leyenda, personajes vivos y fenecidos… como lo expresa José Báez en “Las teorías de
la piedra”: ahí la idea de
la piedra es otra cosa. Ya no es la cantera labrada de la Colonia, sino la roca
burda del paleolítico. (pág. 7)
La 1ª de
forros presenta una obra de Olga Costa: las bañistas, de estilo naif, producida en
1936. En el interior Manuel Apodaca, desarrollaba un escrito intitulado Olga Costa:
resurrección de la flor, donde expone la importancia de la presencia
de la pintora y del artista José Chávez Morado en Guanajuato, así como de la
significativa donación de obra prehispánica al museo de la Alhóndiga de
Granaditas en 1975 y la aportación del matrimonio con la creación del Museo del
Pueblo de Guanajuato, en 1979.
Benjamín
Valdivia, hidrocálido-guanajuatense, aportaba en esta edición un texto en cual
oteaba al cocodrilo totémico del silaoense Efraín Huerta, a casi ochenta años
de su nacimiento. Proponía para el estudio de su obra poética partir de una
tetra-arquetípica postura: El amor, la historia, la política y la naturaleza. Contempla
dualidades temáticas opuestas: Amor/política, Historia/Naturaleza; esa fusión de los dos pares de opuestos con sus
respectivas contracciones de cada cual, se permea de la atmósfera y el estilo
propios de Huerta: la violencia festiva, el humor y la corrosividad dirigidos por
un vuelo superior. (sic. pág. 3) Bien valdría ahora la persecución
de la tesis cuando se aproxima el centenario natal de tan insigne poeta para
junio del año 2014. Expresa que para Huerta en la creación de los poemínimos
se conjuga la síntesis y la culminación.
Valdivia construiría en años venideros, la obra que concentra el estudio más
completo acerca de la Historia de la Literatura Guanajuatense, antes de la llegada
del siglo XXI, editado por ediciones la rana, al cierre del milenio.
La cita con
la poesía queda a mano de Juan Manuel
Ramírez Palomares, Pedro Vázquez Nieto, Juan José Araiza Arvizu, Gerardo Rivera
Lozano, Francisco Azuela, Amaranta Caballero Prado e Ignacio Mao Galván Corona;
más la traducción de poemas de Fernando Pessoa por Demetrio Vázquez Apolinar.
Este nutrido grupo de poetas, formados varios de ellos en las aulas
universitarias y ahora con una trayectoria admirable en las letras
guanajuatenses, plasman en las páginas de Tertulia, ejemplos del quehacer
postmoderno. Trascribo el
poema Distancia II, del Leonés Juan Manuel Ramírez Palomares:
La
noche
más
profunda que su aparente sombra
más
abandonada que sus descastados ángeles
más
enloquecida que su burdel de humo
menos
poblada que la garganta rota
La
noche siempre antigua y joven
La
noche un hombre en cada páramo
Callada
como tu espalda
La
noche ladra sus esquinas
nos
une
me
separa
Loca
cigarra eriza la noche
la
noche
vientre
del agua
Cuestiones
inevitables me acosan, ¿cómo recuperar en un formato electrónico el tiraje
total de esta revista que agrupa a tantos exponentes? ¿Qué tan invaluable es el
tesoro que resguarda? Seguro estoy que el tiempo nos dará respuestas no
previstas o ampliará nuestras dudas. Releo, las palabras se re-escriben otra
vez. Sumergido en cada texto busco antaño saber, y veo a través del papel los muros de piedra viva, hedionda, cadavérica
que se transmuta y momifica, por donde corre la sabia de los fantasmas que
habitan la ciudad horadada, la ciudad tumba, la que alquimista resurge a diario
y trastoca el tiempo. Mucho queda por escuchar en el silencio las voces que resurgen
a través de sus páginas, mucho queda por decir.
David Uriel Martínez Varela