sábado, 18 de mayo de 2013

Palabras fractales o una visión diversa


Mirrors on the ceiling
depict Champaign on ice,
and she said
We are all just prisoners here
of our own device.
And in the master´s chambers,
They gathered for the feast
They stab it with their steely knives
but they just can´t kill the beast.

Last thing I remember:
I was running for the door
I had to find the passage back
to the place I was before.
Relax said the night man,
We are programmed to receive
You can check out
any time you like
but you can never leave.

The Eagles - Hotel California


Coloque un par de espejos de tal manera que la imagen de uno se refleje en el otro, y así tendrá una serie de imágenes repetidas en forma sucesiva. Obvio que los reflejos opuestos serán infinitos; pero, ninguno de ellos pertenece a un mundo real, ese espacio visual solo es reflejo vacío. La interminable secuencia, es aquello que podemos llamar una reproducción fractal. Si dentro de esta falaz secuencia se reproduce en ellas la propia representación, quedará Ud. Dentro de la fractalidad secuencial. Así pretendo explicarle algunos de los conceptos que Pablo Paniagua mitifica a través de la literatura fractal.
Él puede situar el momento narrativo a partir de una paradoja, o una metáfora en la que describe parte de una situación supuesta existente, pero que de inmediato nos devela la inexistencia, o la contradicción expresa. Entonces el texto se vuelca en la secuencia imaginaria; pero, ¿acaso la literatura no es siempre una engañosa representación de la realidad?



En su libro, (no el que Ud. Puede leer, sino el de un tal Pablo Paniagua) Palabras Fractales, explica al estilo narrativo fractal una experiencia que abona múltiples ejemplos desde una variedad temática. Los textos se relacionan con situaciones del espíritu: desdoblamiento, visión caleidoscópica, dinámica circular, dinámica cíclica, dinámica laberíntica, dinámica en la repetición, dinámica de mutación, juego de espejos, dinámica concéntrica y proceso invertido.
También aporta un sesudo apartado con información acerca del origen del concepto fractal, nos provee de datos tales como que fue Benoit Manddelbrot quien propuso este término en el año de 1975, para este estilo literario, que consciente o inconsciente generó en dos autores textos de tales cualidades, estos dos son: Franz Kafka y Jorge Luis Borges.  Para el año 2000, Eva Neuer, mediante el Manifiesto del fractalismo, pretende acercarse al mundo como el objeto absurdo de situaciones y aconteceres, y en 2002 es a través del Manifiesto Fractal que Héctor A. Piccoli trata de justifica el rescate de la musicalización en la poesía para contrarrestar la prosificación.
En la letra de Hotel California se replantea la imposibilidad de salida, encerrado en una habitación cuya única puerta conduce al mismo salón. Así de sistemática repetición, una y otra vez, sin salir sino retornar, una y otra vez, permanencia, eternidad. Sito donde el alma cierra el espacio inútilmente sin poder liberarnos de ella a pesar de la muerte.
Leer a Pablo Paniagua, no redimirá su espíritu, tampoco permitirá que la única puerta se cierre y abra intermitente y el retorno-salida sea el irse-volver a la misma entidad. No imagine tampoco que usted se sienta en la sala de su casa a leer este texto mientras hace las compras a mil metros y diecisiete centímetros en un supermercado, la cuestión sería imperturbable, exactamente 1000 metros y 17 cm. más. Dos usted en mismo espacio temporal sin que la paradoja espacio-tiempo irrumpa el caótico vaticinio de los fines de los mundos posibles, solo ustedes en dos lugares, uno haciendo compras y el otro que lee en este momento. Y así tan solo fractalizado otro que ríe de la tontera que leyó en este blog, vaciado en el ciber-espacio. Lugar que ustedes no podrán identificar por ser un ente fractal. Acá si es posible en la imposibilidad del ser.
Tal vez Pablo Paniagua, el que lea a futuro este artículo, lo soñó en uno de sus inimaginables viajes lúcidos, sin despertar aún de este misterio que ha creado, en el cual soy un mago de desmadeja sus palabras, o un brujo que le hechiza, (cierto está de más servirnos de la capacidad que el lector posee para adueñarse de los textos y que su libro, el de Pablo, o el vuestro que ha adquirido y aún huele a papel entintado, no fue escrito como tal) que usted y yo fuimos creados en su locura y sentados en una banca del parque la dialéctica poética es el tema que nos entretiene, mientras él, el otro, no aquél, sino éste, el que lee, está situado boquiabierto viendo la televisión apagada en su salita de estar.

David Uriel Martínez Varela. 
León de los Aldama, 18 de mayo del 2013


BUSCA EN :


martes, 7 de mayo de 2013

El peregrino

José Julián Gámez,Hernández, fragmento de la obra: Porque hay marcas que son solamente mías
o mi lado izquierdo donde anidas, técnica Óleo sobre tela, 2011.


Deambular, recrear caminos desconocidos con la vista ávida, la pupila retráctil al juego de la luz. Los mismos senderos que la mano crea. Levantar el agua que acumula la cotidianeidad. Así con poco equipaje y paso a golpe de ola, en pausas admirativas, va el peregrino. Juan Carlos Recinos, poeta, hace el recorrido místico, ritual, por la vía de las palabras; y con ellas brota de lo imaginario lo que el entorno ofrece. Nacido en la selva alta, acarrea con el vórtice viajero un cúmulo de ruidos y voces que huelen a mar, a río, la frontera acuosa entre los estados de Chiapas y Tabasco.

Vivo cerca del mar, con el rostro seco
y los ojos distantes. Vengo del agua,
canto sobre tu cuerpo mineral. [1]

Se vale de la poesía para explicar lo incomprensible e ignoto del trayecto que recorre, su nostalgia, el abandono y los mares descubiertos. Lleva a cuestas el peso mayor del amor y reclama con silbidos de ave en celo, gorjeos, la presencia de la amada:

Me pierdo en el abismo de tus ojos,
negrura del océano.
Pájaros de otro tiempo
convierten sus vestidos en raíces,
raíces de tu pelo.
Tus brazos, náufragos,
huyen del sol.

[…]

Tus pechos –dos frutos tan maduros–
acopian la luz que acumulan distancias infinitas. [2]

En tal arrebato canta con las aves, modifica sus manos en alas, viaja súbito grandes distancias con un clamor, estentóreo:

Mis manos te recorren a distancia.
Pájaros de agua te borran
y parvadas de peces te navegan.

Cauce imaginario.
El río es invención,
vino que se derrama
en los bordes de arena de tu piel. [3]

Y atrae el anhelo, inventa la forma de acariciar lo distante:

Frente a mi tus senos, musa enferma,
en otoño. Se retuerce tu cuerpo reptil,
en la líneas desnudas de mi piel. [4]

Salobre, húmedo, el mar se vuelca en tinta:

En el viaje de la ola y de la piedra,
la rosa de los vientos se abrió
sobre el racimo de tus pechos. [5]

Náufrago, se pierde en lo insondable marítimo, la oquedad, la turbulencia amorosa:

Con el débil otoño, en rincones húmedos,
mi corazón de sombras navega en olas muertas. [6]

Declara el amor, la propiedad, la invención:

Te amo desde que tu cuerpo de peces
extingue al sol y al silencio,
y el corazón desgrana  palabras de sauce
en tu mano desnuda. [7]

Existes porque te nombro y mi respiración
gotea en tu piel. [8]

Esta noche tu nombre recorre el mundo,
cuenta la historia de tu mirada, gaviota que se
entrega al vuelo. [9]

Y entonces, se crean los caminos en espuma marina, emerge, remembranza de arena agolpan los recuerdos y el tiempo se detiene:

Tu respiración late entre mis venas:
sonidos y sentidos vagan de isla a isla,
del ciego oscurecer.

Mis ojos, vacíos de sol y luna,
de inviernos y veranos, sobreviven
a tu insondable mar. [10]

El poeta suspende su andar, cierra con la pérdida del tiempo la dilución del espacio, su voz de pájaro se pierde en la espesura de la selva  a la orilla marítima. Cesa su canto, distante otra marisma reclama su presencia, otros senderos se abren.

León de los Aldama, Gto., 7 de mayo del 2013



[1] Recinos, Juan Carlos, Cantos Peregrinos, Ediciones Jaguar, 3ª ed. México, 2012, pp.56, Vivo cerca del mar, pág. 41
[2] Ibídem, “Cementerios”, pág. 15
[3] ibídem, Transparencias, pág. 16.
[4] Ibídem, Líneas desnudas, pág. 20.
[5] Ibídem, Silencio que concentra, pág. 23.
[6] Ibídem, Olas muertas, pág. 26
[7] Ibídem, Manos, pág. 30
[8] Ibídem, Al poniente, pág. 31
[9] Ibídem, Esta noche recorre el mundo, pág. 48
[10] Ibídem, Sonidos, pág. 34

lunes, 29 de abril de 2013

LAS HORACIONES DE BENJAMÍN VALDIVIA


La primera de forros ostenta el nombre del libro HORACIONES, a primer impresión y la risa pícara de Benjamín Valdivia, sigilosa, aduce “tiene una errata”. Sin conocimiento de causa digo:
—Es un juego sintáctico o tal vez fonético, o quizá retórico. No le borro la mueca del rostro.
—No, —dice —retomé los poemas de Horacio, y pienso como hubiere escrito en nuestro tiempo, así que la primera línea de cada poema es la traducción del latín y el verso del poema latino a manera de título. Caí en la trampa, es una resignificación de la obra.

Revolcarse en la tumba de alegría e incertidumbre, de penares o certezas. Horacio, el poeta latino de la antigüedad, puede elegir entre la sacudida poderosa del tremor terráqueo o la levedad insospechada de la verdad, (verdad a medias) de aquellos que con atrevimiento son leyentes de la versificación  poética horaciana, y la relamen en la dialectal lengua románica.

Si consideramos atrevido releer un texto tan antiguo en latín, más abyecto pareciere retomarlo y vivificarlo en la lengua mexicana del siglo veintiuno. Pero no lo es de tal juicio, bien puede ser que Benjamín Valdivia sea un sincretizador, o pleno de locura horaciana, se colma en el atrevimiento.

Sito. (con ese) Página 24, donde bañado de luz, el libro alumbra:

Laetus in praesens animus

Regocíjese el ánima al presente
y lo demás olvídelo

[…]

aquí la luz es demencial de tan clara
y la noche, si llega, igual la gustaremos.

Soy inmerso, adherido al papel en pleno. Mi cuerpo plano aunado a la letra, impreso en tinta. Desde el horizonte del poema 14, veo al lector como antes viese la hoja al poeta, llegará la oscuridad si el libro se cierra y se colma de ausencias entre las páginas opuestas, agora unidas, ciernen la noche; e inmediato maldice:

et malignum spernere vulgus,

para el vulgo maligno mi desprecio,
mi sangre venenosa y todas las palabras frías.

[…]

También a los poetas blandos, cómodos, los que
al vulgo hablan y, salpicante, el aplauso esperan suyo.

Yo la luz toda terrible, el abismo del fulgor, tantos amores,
lo alto, ala negada al cieno, lo que no alcanzan: todo.

                Y el retorno al silencio que nos ocupa, pues la lectura del silente, remembra solo el pasado que oculta la memoria. Habrá que designar los nuevos nombres para lo ya creado, y renombrar como recrear.

Dicam insigne, recens, adhuc indictum ore alio

Decir lo alto, lo nuevo, aquello no dicho por voz alguna
y entregarlo a este mundo de sordos que suman sombra.

Sonido celeste abatido en las piedras que nadie conoce
Pero puesto a asolear en la peña cual una zalea de tigre.

[…]

Son nombres propios de cosas ausentes, de inéditos mundos.
Oficio es éste de traerlos vivos, fosforecer la luz de nuestros huesos.

Y después de la insolencia, las retóricas preguntas: ¿de qué materia o espíritu estamos hechos?, ¿acaso el poeta no se forja en el vientre de la madre sino se siembra en la tierra con la palabra-semen de otro poeta desde antaño? Así hereda demenciales horaciones imbricas. Un segundo plano, otra piel zurcida a otra nueva colmada de voces anquilosadas por los siglos.

Y llega a la orilla de cada letra impregnada de tintas, situado a las vírgulas, adherido a los signos de los tiempos.

Pulvis et umbra sumus

Somos de sombra y polvo:
lápidas vivas.

Somos de tiempo y sombra,
de cosas inasibles.

Y entonces ¿de qué no materia fuimos forjados? Valdivia navega por los insondables laberintos del verso:

Beatus ille

Dichoso aquél
en cuya testa aduce clara,

lúcida la visión,
lumbre del cielo.

Mundo ni muerte ni riqueza
pueden sanar sagrada su enfermedad mortal.

Sonriente en su locura
canta sin un temor y a lo profundo avanza.

Así de que deshojo el libro, lanzado a la hoguera, prohibitivo, trémulo, se niega adherido a mis manos, no puedo despegarlo, cimbra el cielo y clama:

Horrida tempestas

Tormenta horrísona
nos mate nunca.

El terremoto diga
su nombre cruel en sitios más allá.

La ola enfurecida
no visite sueño.

Sólo el fuego celeste continúe
este lapso de mutua comunión.

Pierdo de vista la foja, los papiros se enredan, la legua se atora en los ojos que releen, hasta aquí soy un cautivo más y veo a lo lejos la imagen perdida del vate, si apenas recuerdo su sonrisa inicial. Tinta impregna la piel adherida, desollado, trasmutado en palabra, a la distancia escucho la voz en trueno; paradoja muda:

jungite fata

Hados gozosos
que me trajeron hasta aquí.

No esperaba el esplendor ni el canto
pero aquí estoy con la voz iluminada.

Otra vez en la cima fantástica
(y allá, muy debajo, el mundo).

Yo feliz con mi suerte; y tú. Y los demás
fosforezcan sus huesos en la sombra.

Todo está perdido... solo queda el silencio.


León de los Aldama, Gto., 29 de abril de 2013



Valdivia, Benjamín, HORACIONES, Azafrán y Cinabrio ediciones, 2011. pp. 98.