Llego a casa y entre todos los
sobres del correo, descubro con sorpresa una imagen: el rostro de Boy
Blue, (by Sarah Baddon, 1988) quien me observa habiendo venido desde
United Kingdong, así lo expresa el sello de correo. Mi amigo Eduardo Estala,
ha enviado desde Nottingham, vía correo a este joven que ahora a miles de
kilómetros me ve.
Saber que pudo ser enviado
también en formato electrónico, ordinario en aquellos que tienen accesos a la
tecnología de la comunicación, es pensar en velocidad actual. Sin embargo,
después de años, solo había recibido correspondencia en pocas ocasiones. Es
ésta una especial. Viene manuscrita y a domicilio. Varios días transcurrieron
desde su envío y hoy que la recibo, alegra saber que entre los amantes del
papel impreso, aún quedan varios que envían correspondencia calígrafa.
No del todo se ha muerto esta
hermosa costumbre, pues el objeto se convierte en signo de contacto con el
otro, que desde recóndita sita, transmite su emoción al pulso en el papel.
Acopio cartas, postales y
tarjetas; remoto 1978 en que comencé a guardar estas misivas. Largos viajes
transitaron estos papeles; que hoy: amarillentos y nostálgicos, huelen al
tiempo que está atrapado en ellos. Otra belleza lo acompaña: El timbre postal. Estas
minúsculas obras de arte ya casi olvidadas (el ostenta al three spined stickleback, colorido submarino) me llena de añoranza.
¿Cómo lograr una sonrisa a
distancia? Este cálido abrazo invisible que toca el alma: sólo la amistad. La gratitud
es la respuesta.
David Uriel, junio de 2013
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