Subyugada por el vértigo,
desciende
la
hora
con
la
noche:
albacea de tu boca,
crepitar del alba.
Caigo en
V
I
E
N
T
O
de arreboles.
Un rizo de tu pelo enhebra la mañana,
cuando la luz se recrea en tus pupilas.
Duermo en la marisma
creada por tu vientre
en una hendidura abismal,
cobijo de luna,
arrullo nocturnal.
De tus penígeros labios
Libo elixires por ensueños,
pórtico a la dulzura embriagante de tus ósculos.
Mientras,
el alba decanta flores
y
mascullo la lengua de las aves.
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